Características
Los dramas recogidos por nuestra literatura adquieren una longevidad sublime que incluso puede considerarse patrimonios ideales que se integran igualmente a nuestra historia y nuestra cultura. Y es que esa afinidad entre el teatro y la literatura, en sus calidades de intérpretes de los conflictos humanos, difícilmente podría dejarlos cometer anacronismos. Aún sin los elementos ornamentales que caracterizan al teatro, como a la poesía, la intención del autor siempre tiene como norte la expresión de su interioridad con respecto a su visión empírica del mundo que es su entorno inmediato. Ciertamente, sobre esto, Rodríguez (2002) señala lo siguiente:
"El escritor, como sujeto cultural, es autor y actor de una cultura geográfica e históricamente condicionada, pero siempre es un sujeto sospechoso. Su orientación y fijación de rasgos identitarios no lo hace al margen de su propia inserción social, y del lugar y del papel que le han sido otorgados como sector dentro de la sociedad".
Joaquín Beleño, José Franco y Antonio Moscoso Barrera han sido considerados máximos representantes de la tendencia literaria a la que Villarreal Castillo hace alusión. Sus obras, que giran principalmente en torno a la efervescencia política y las lucha por la soberanía a lo largo del siglo **, consolidan el papel de las letras a favor de esa estilizada y profunda visión con respecto a los conflictos en nuestro escenario nacional. La dramaturgia, tal como hemos insistido, tiene en común el mismo fin e incluso nuestro teatro ha servido para corporizar lo que nuestra literatura narra. Puede entonces comprenderse como ambas artes, en matrimonial relación, pueden procrear formas artísticas arraigadas en una dimensión más completa y estilizada.
Rodrigo Miró en su Itinerario de la Poesía en Panamá,
menciona en este período a varios autores españoles: Mateo Rosas de Oquendo,
autor de un romance autobiográfico; Juan de Miramontes y Zuázola, autor de
“Armas Antárticas”; a Juan de Páramo y Cepeda, autor de “Alteraciones del
Dariel” entre otros. Además, es en este período donde surge la figura de Víctor
de la Guardia y Ayala, autor de la obra teatral “La Política del Mundo” que fue
estrenada en 1809.1 La importancia de este último radica en haber nacido en
Panamá a diferencia de los otros que sí son procedentes de España y, por este
hecho, fue considerado, por algún tiempo, como el “primer poeta panameño”
(perteneciente a la segunda generación neoclásica).2
Sin embargo, el descubrimiento de unos manuscritos que proceden del siglo XVII ha provocado la revisión de esta idea, pues la primera referencia de este período, que indica una producción escrita por autores panameños (es decir, nacidos en Panamá), data del año de 1638 y es una antología llamada “Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique Enríquez”, la cual agrupa un conjunto de composiciones poéticas escritas (elegías) por causa de la muerte de Enrique Enríquez, gobernador de Panamá. Esta antología, que fue editada por primera vez en Madrid en el año de 1642, fue conformada por Mateo de Ribera (panameño), quien también compuso varios de los poemas recogidos en la misma. “Llanto de Panamá” agrupa, a su vez, algunas composiciones de varios autores españoles aunque la mayoría pertenece a escritores panameños.
El hallazgo y el estudio preliminar de estos escritos fue realizado por el diplomático español Antonio Serrano de Haro, y se publicó una nueva versión de los mismos en el año de 1984 en una labor conjunta entre la Universidad de Panamá y el Instituto de Cultura Hispánica.3 Con este descubrimiento queda confirmado el hecho de que las primeras manifestaciones literarias panameñas, encontradas hasta ahora, provienen del siglo XVII.
Sin embargo, el descubrimiento de unos manuscritos que proceden del siglo XVII ha provocado la revisión de esta idea, pues la primera referencia de este período, que indica una producción escrita por autores panameños (es decir, nacidos en Panamá), data del año de 1638 y es una antología llamada “Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique Enríquez”, la cual agrupa un conjunto de composiciones poéticas escritas (elegías) por causa de la muerte de Enrique Enríquez, gobernador de Panamá. Esta antología, que fue editada por primera vez en Madrid en el año de 1642, fue conformada por Mateo de Ribera (panameño), quien también compuso varios de los poemas recogidos en la misma. “Llanto de Panamá” agrupa, a su vez, algunas composiciones de varios autores españoles aunque la mayoría pertenece a escritores panameños.
El hallazgo y el estudio preliminar de estos escritos fue realizado por el diplomático español Antonio Serrano de Haro, y se publicó una nueva versión de los mismos en el año de 1984 en una labor conjunta entre la Universidad de Panamá y el Instituto de Cultura Hispánica.3 Con este descubrimiento queda confirmado el hecho de que las primeras manifestaciones literarias panameñas, encontradas hasta ahora, provienen del siglo XVII.